martes, 24 de junio de 2008

Todo lo que sucede río arriba llega río abajo

Río Arriba

Manuel de la Orden fue un inmigrante que llegó a estas tierras en 1884, pasó de dependiente a productor azucarero de un ingenio llamado San Isidro en el norte argentino, en Iruya. En sus comienzos fue el ingenio más importante de la zona, en el trabajaban de zafreros los kollas, que llegaban a esa zona en trenes, propiedad del ingenio. El ingenio fue el mas antiguo con un reconocimiento internacional, funciona hasta 1993, cuando lo cierran por problemas económicos. Vuelve a funcionar en el 2000, produciendo nuevamente. Muchos ingenios siguen cerrados.
Ulises de la Orden es el bisnieto de Manuel, realiza un viaje desde Buenos Aires hasta el norte para investigar sobre el antiguo ingenio y sus consecuencias en la cultura de los aborígenes, saber qué habrá sido de ésta cultura. Por la historia de sus familia se siente comprometido con la historia de los zafreros, le conmueve este pueblo. La familia de Ulises tiene una imagen de Manuel muy distinta a la que adquiere el propio Ulises, la familia lo ve como un héroe, un hombre notable, incluso la familia que reside en el norte. A medida que realiza su viaje cambia completamente la imagen que tiene de su bisabuelo.
Los kollas antes de que se instalara la zafra tenían su propia forma de producir, las terrazas de cultivo, con las cuales podían autoabastecerse, poniendo en ellas toda la tecnología campesina para la producción. Necesitaba la ayuda de toda la comunidad, una forma de cultivo milenaria, la conservación de la tierra, una forma de cultivo que se transmitía de generación en generación. Pero con la llegada de los españoles se empieza a cobrar un arriendo por sus propias tierras, les venden productos, haciendo que se endeuden. La forma de pagar la deuda era trabajar en las zafras, les pagaban con vales, que además solo podían usar en las proveedurías del ingenio. Pero cuanto más se endeudaban y más trabajaban en las zafras, más descuidaban sus terrazas, lo cual hizo que se inutilizaran. De esta forma nunca terminaban de pagar sus deudas, pero a la vez perdían su forma de abastecerse. Con sus terrazas canalizaban el agua de lluvia, pero al descuidarlas, los sistemas canalización desaparecieron y cuando llueve se producen aludes de piedra y barro, lo que se denomina “volcanes”, terrazas que se derrumban en forma de ríos, porque todo lo que sucede río arriba, siempre llega río abajo. En las zafras se trabajaba duramente, los que se rebelaban desperecían y los mataban, pero en la zafra decían que era obra del “familiar”, que era un demonio que se alimentaba de ellos para mejorar la cosecha.
El tren aparece como el medio de transporte para los que trabajaban en las zafras, pero no era un viaje en buenas condiciones, sino como ganado, venían peones desde la Puna. Se veía como algo revitalizador, que acercaba posibilidades a las comunidades mas lejanas, pero el progreso de este tren nunca llegaba a las zafras, allí todo el trabajo era manual, con jornadas de trabajo inhumano. Pero fuera del ingenio se presentaba el trabajo como una labor digno, los zafreros en buenas condiciones, las culturas originarias como algo que no existe más.
El ingenio destruyó una cultura, en éste los kollas contraían enfermedades y morían, no tenían otra forma de vivir, ya que no tenían más sus terrazas de cultivo. Tienen dos opciones, o darle trabajo a los zafreros con sus machetes o usar las máquinas y abaratar costos. En la actualidad muchos aborígenes se van a vivir a Iruya pensando que van a vivir mejor, vuelven sólo en época de siembra y carnaval. Pero no viven mejor, en Iruya si no tienen plata no viven. Pero los indios no son negocio, a ellos les gusta el trueque y así no necesitan plata. Sienten su cultura relegada por la religión del Dios y su cruz, que los confunde. Pero siguen adorando a la Pachamama, su valor y significado, resguardan su cultura. La vida del ingenio la consideran una vida triste, el hombre cortaba la caña y la mujer la pelaba, se criaron así, yendo y viniendo y recibiendo maltratos sí no cumplían. Ahora sienten que están mejor, tienen sus siembrita, sus artesanías y sus trueques. En el ingenio ya no los necesitan, tienen las máquinas, pero necesitan las escrituras de sus tierras para progresar.


por Florencia Colantonio

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