jueves, 18 de septiembre de 2008

Diario de viaje (y un sueño, si, uno sólo)

Diario de viaje


Entre la monotonía del escenario en el que vivimos, la rutina de correr de un lugar a otro, entre el estudio, trabajo, cursos, etc., nos quitan las ganas, muchas veces, de ver mas allá de lo que tenemos adelante. Ya nada nos llama la atención, es mas fácil viajar en colectivo, tren, subte escuchando música prendidos a los auriculares de un mp3 –ese aparatito que nos permite llevar la música que mas nos guste y escucharla cuando queramos- o mandar mensajitos, llamar, jugar con el celular, leer el diario, un libro, los “preciados” apuntes de la facultad; que prestar atención a lo que pasa solo unos centímetros mas lejos. ¿Será esta la era de la comunicación, que de tanto comunicarnos dejamos de preocuparnos por nuestro entorno? Y no es una sola persona, son muchos, el viaje es aprovechado como un momento más, tal vez para lo que en otro momento uno no haría o no podría hacer, como escuchar música, o tal vez aprovechando para leer esas 500 hojas que no leímos para la clase que tenemos en 1 hora.
Pero en este caso la consigna es, justamente, dejar por unos minutos todo esto de lado y mirar a nuestro alrededor; observar a ese/a señor/a que viaja al lado nuestro; escuchar alguna conversación fuera de contexto; fijarse en el recorrido que hace el colectivo, al cual nunca le prestamos atención. En algunos casos ir por primera vez a algún lugar, preocuparnos por conocer el recorrido de ese transporte, dónde nos tenemos que bajar, cuánto caminar, qué nos conviene mas, en síntesis preparar el viaje, nos lleva a un “mundo” nuevo, salir de la rutina, estar atentos para hacer todo correctamente. Y en esos momentos podemos ver que hay cosas que no vimos, conversaciones de gente que todavía no escuchamos, cosas que nunca nos habían pasado. Podemos descubrir o conjeturar sobre la forma de vida que puede tener cualquiera de las personas que comparte ese preciado momento, el aquí y ahora con nosotros, cada uno con una historia de vida diferente, que por un minuto se entrecruzan con nuestra historia de vida solamente por el hecho de compartir ese instante con nosotros, ese instante que es el viaje.


Entre las distintas formas de movilizarse -por lo menos en esta ciudad- una muy usada, muchas veces la más y también más rápida (si uno no lo agarra en un mal día) es el tren. Y no justamente el tren bala, sino las distintas líneas que hacen sus recorridos provincia-capital o dentro de capital. Hay algunos en mejor estado que otros. Pero a un tren hay que subirse preparado para cualquier eventualidad, léase accidentes, desmayos, interrupciones, atrasos; de esta forma poder salir corriendo en busca de algún colectivo que nos lleve a destino. En este transporte hay distintos tipos de personajes, como los que van sentados, envidiados y odiados por los que están parados y muchas veces aplastados por la multitud. De esta forma cuando pueden señalan a una embarazada, mujer con bebe, discapacitados, sin asiento en la espera de que por lo menos ellos lo consigan. Los que están sentados se sienten bien con su logro, posiblemente por mas de uno dio algún que otro codazo para conseguirlo. Parados o sentados, están los que escuchan música, de los cuales más de uno canta como si estuviera en un recital; también los que leen, estos, a su vez, se dividen en los que leen por placer o por obligación –por lo menos a simple vista- por ejemplo los apuntes para la facultad entran en esta categoría. También los que hablan por celular, mandan mensajitos, o juegan con este, en definitiva no dejarían el celular por nada del mundo, claro muchos de estos son por trabajo. Están los que combinan dos acciones o mas, es decir escuchan música y leen, o escuchan música y mandan mensajitos o leen y mandan mensajitos, y hasta algunos tratan de hacer todo al mismo tiempo. Los que viajan acompañados que, en la mayor parte de los casos no recurren a ninguno de estos divertimentos. Los que estudian han desarrollado la capacidad de hacerlo estén o no sentados, a los que están parados se los puede ver en toda clase de malabares ante la gente que entra y sale del tren y los empuja de un lado al otro. Los que estudian sentados se ganan más de una mirada de envidia de los anteriores. Además se puede encontrar al que aprovecha el momento para dormir, en estos casos nunca falta el que se va quedando dormido hasta posarse en el hombre de su compañero de asiento, casi siempre un perfecto desconocido; o el que, sin intención, se queda dormido con la boca abierta. Es infaltable el vendedor, no importa que, hace algunos años era el MODEM para los canales decodificados, hoy son tarjetas y chips de celular, tarjetitas “empalagosisimas” con ositos que dicen frases cariñosas. Alguna que otra mujer también aprovecha el momento libre para maquillarse un poco o peinarse, con el necesario espejito en mano, tratando de hacer equilibrio entre la gente que pasa y la cartera a punto de resbalarse.


Yo estoy parada al lado de una ventana, escucho música y leo un apunte. Después de un rato empiezo a notar la mirada sobre mí, esas veces que uno no sabe cómo pero siente que alguien está mirando, esa sensación rara de sentirse observados. El señor canoso me mira, baja la vista y escribe en un cuadernito. Yo me sorprendo, no entiendo por qué el señor me miraba, pero vuelvo a mirar a mi lectura y mi música. Nuevamente esa sensación rara de que alguien me mira. Levanto la vista, el señor canoso me sigue mirando, me río, me hace gracia la situación de ser observada. El señor baja de nuevo la vista y sigue escribiendo muy concentrado. Esta situación se repite un par de veces más. Ahora yo me pregunto ¿el señor canoso también tendrá que hacer para la facultad un diario de viaje?, ¿seré una especie de inspiración?


“¿Tu perro es de raza?” –Decía la propaganda de comida para perro.- “No, mi perro es mío.” –Respondía más abajo una mano anónima. Los graffitis, en general y de todo tipo, son muy comunes en los transportes, como en todo espacio público. Ahora se puso muy de moda dejar direcciones de mail, fotologs, blogs, páginas de Internet. Inscripciones que a veces pretenden demostrar un poco de rebeldía, como la que ví una vez “SOCIOPATAS!” (muy con esa manía que se nos dio últimamente de copiar a los ingleses y poner un sólo signo de exclamación o interrogación al final de la oración y también sin acentos). Los graffitis son una forma de expresarse, otras una forma de revelarse. En las partes de atrás de los asientos de colectivo o tren se ven mucho, es mas, a veces vienen con respuestas, chistes, ironías, propaganda a alguna página de Internet. Estamos tan acostumbrados a todo esto que casi ni nos fijamos, pocas veces les prestamos atención. Yo siempre me pregunto si alguno que no es tan distraído copiará estas direcciones de mail o entrará a esas páginas.


En la calle, lo que manejan, tienen muchas veces esa costumbre, al tener que lidiar con otros conductores, de discutir (muchos veces insultar) a esos mismos conductores. Los que son víctimas de algún tipo de infracción del otro, suelen descargar un buen repertorio de insultos y hasta posibles consejos sobre el error cometido. Yo uso muy seguido la línea del 65, la cual se usa mucho en horas pico. La señora se sube muy orgullosamente, con todo respeto saluda al conductor del colectivo. En ese momento una moto rápidamente se adelanta e ignora el semáforo en rojo. El colectivero descarga su repertorio de consejos e insultos. La señora se hace muy cargo de ese insulto, se indigna, insulta al colectivero muy dignamente -¡atrevido!- Cruce de miradas, el colectivero no entiende muy bien la razón del enojo, recapacita y trata de explicar que no fue con ella, que la razón del enojo, del repertorio no fue ella. La señora lo mira, no acepta la explicación, se sienta muy dignamente. Mientras yo miro más atrás de la fila de lo que tratan de subirse al colectivo. Me alegro, no soy la única que se sonríe por la escena entre el colectivero y la señora muy digna.


Sueños:
Soñé que vivía sola en un departamentito y que mi hermana, que es veterinaria, me llevaba a mi perro Enzo para que lo cuide. Pero además me llevaba un conejo que habían llevado a la veterinaria donde trabajaba, lo habían encontrado en la calle, me decía que tenía que cuidarlo, porque tenía un problemita en la columna y no tenía a nadie más. Yo le decía que si que lo cuidaba. El problema en la columna, en cuestión, era justamente que no tenía columna, a mí me impresionaba porque se anduviera cayendo y que cuando no se caía anduviera en zig-zag. Mi hermana me decía que no me preocupe, sí yo le daba mucho de comer le iba a salir una columna, que iba a estar bien, y sí lo cuidaba muy bien me lo podía quedar. Yo le daba kilos y kilos de comida para que se curara. Pero mi perro Enzo se ponía celoso, porque lo cuidaba mas al conejo que a él, se lo trataba de comer, pero yo lo rescataba. Encontraba al conejo abajo de mi cama, se suponía que ya se había curado y lo quería ver para asegurarme. Pero suena el despertador, lo apago y sigo durmiendo... pero no me acuerdo con que soñé... eso si, no con el conejo sin columna.



por Flor Colantonio.

=)

con carita feliz y todo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

hey!! lindos momentos...
me gustaron las descripciones, el sueño del conejo sin columna....que fuerte!! jaja

saludos
verdelau